Hambre emocional

Actualmente llevamos un ritmo de vida que no nos deja parar a pensar si realmente estamos haciendo lo que queremos hacer, si realmente somos nosotros o un espejismo de la sociedad y sus influencias.

Desde que nacemos sin darnos cuenta ya vamos adquiriendo aprendizajes del entorno que nos rodea, admitimos que quien nos da el pecho o la comida es quien nos cuidará y nos facilitará el resto de nuestras necesidades, ya que cada vez que necesitamos alguna como calor, apego, tranquilidad… es lo que solicitamos, o al menos, lo que nos calma en ese momento.

Ya sin darnos cuenta comenzamos a asociar la comida a nuestro centro de placer, ese que en un futuro aprendemos activar con otros aspectos de nuestro alrededor, pero es muy difícil que te enseñen activarlo gestionando tus emociones.

¿Por qué no lo hacen?

    No lo sé, pero si se que esto sería una manera de ayudarnos a ser feliz a largo plazo, de ser independientes y centrarnos en nuestras verdaderas necesidades en la vida. Nos ayudaría a tener claro nuestro camino y poder disfrutar de él plenamente.

Ya que no necesitaríamos estímulos externos materiales para disfrutar de nuestro camino en la vida.

En la edad adulta, intentamos ocultar nuestras emociones sin gestionarlas, conduciendo esto a diferentes adicciones (tabaco, alcohol, sexo, ejercicio intenso, comida…) para sustituir ese placer interior que nos agrada tanto ya que activa nuestro circuito del placer.

Pero esto ocurre momentáneamente cuando lo estamos practicando, pero

¿Qué ocurre cuando dejamos de hacerlo?

Vuelven esas emociones y sentimientos ocultos que no hemos solucionado.

Esos reforzadores momentáneos que en bastantes ocasiones nos llevan a enfermedades o patologías sin dejarnos ser felices plenamente.

¿Tienes emociones o sentimientos ocultos que no sabes gestionar?

No los escondas ni sustituyas, déjalos salir de ti para no acumularlos, los puedas solucionar o no, necesitan su momento.